En el ideario juvenil de Alberto Granado el viaje era un motivo recurrente. El joven Ernesto Guevara ayudaría a concretar con su entusiasmo ese recorrido que juntos emprendieron un día de diciembre de 1951, cuando salieron de Córdoba en la Poderosa II. Andando palparon la belleza y la pobreza de Sudamérica. Y también andando creció la amistad: por eso en estas anotaciones encontramos, a cada paso, admiración, cariño y respeto de Alberto hacia su estimado compañero. Pero, ¿qué dice Ernesto de su amigo? “A pesar del entusiasmo de Calica por este lugar […] siempre extraño la compañía de Alberto. Nuestra identidad de caracteres que tan bien se complementaban se hace más patente en Machu Picchu.”