Las últimas vacas van a morir constituye el mejor regalo que un narrador puede hacer a su tradición más viva, la narrativa rural cubana, que tiene en esta obra un nuevo punto de partida.  
Rodríguez Febles alcanza un punto difícilmente superable como escritor de ficciones al dotar a esta novela de la más profunda modernidad estilística y del más angustioso mensaje sobre el intento de transformar la realidad agraria.  Aquí se compenetran como nunca antes los planos de la más audaz imaginación artística con la crudeza de una realidad casi olvidada por nuestras letras, pero realidad esencial al fin que ha determinado nuestro destino como pueblo y como nación.  Esta novela constituye un desafío para toda nuestra narrativa al colocar el mundo agrario en el corazón de nuestras expectativas como cubanos, al superar las barreras tradicionales y lograr una ficción con todos los atributos del género.

Francisco López Sacha

(…) En Minsk están algunos de los méritos de Rodríguez Febles como dramaturgo. Retoma la fuerza de los personajes, la complejidad y a la vez la nitidez de las situaciones. En la novela, como en el teatro, Ulises tiene una gracia especial para llegar al hueso del dolor y después aliviarnos en parte con la elegancia de los silencios o la sensual gracia de los personajes.
Minsk asume el momento crucial en que Cuba se despide del Campo socialista, o más bien cuando ese mundo que fue proclamado como eterno y maravilloso se viene abajo. Los personajes se mueven entre la súbitamente proclamada como “antigua Unión Soviética” y la Cuba al borde de lo que fue bautizado como Período especial. La estructura dinámica, la descripción de contextos, el muchas veces agónico movimiento físico y sobre todo sentimental de los personajes nos dejan ver a todo un potente narrador.

Amado del Pino.

Sputnik, accede a una porción de nuestra historia más reciente donde la crisis familiar, el sentido de pertenencia y las ambiciones personales chocan con las frustraciones y los condicionamientos coyunturales de la sociedad. Una vez más rehúye todo afán de tesis reduccionista al nutrirse de la poesía teatral, esa que no se refiere tan solo a un texto de “altura” literaria, sino al ensamblaje escénico de situaciones, sueños, anhelos en la textura del conflicto dramático, y por qué no, también a la presencia de mezquindades y menoscabos de la personalidad que pueden conformar, en un momento determinado, a cualquier persona inmersa en su realidad, y que él sabe volvérnosla cálidas imágenes que nos convocan a la reflexión.

Gerardo Fulleda León.

El autor alcanza con esta obra una madurez que lo sitúa entre los mejores dramaturgos cubanos, y el director Tony Díaz halla un ángulo coherente y emotivo para reflexionar sobre temas acuciantes como el reencuentro familiar, la memoria reciente de la Isla y el comportamiento humano en momentos de crisis. (...) El dramaturgo no se permite ser superficial al analizar las marcas que deja el exilio en quienes se van y en quienes se quedan. No alecciona: dinamita la estructura, muestra las conductas superpuestas para que el público decida, lanza el dardo y sorprende con la contundencia de sus parlamentos.

Abel González Melo.